
Pensándolo friamente, pasarse cuatro días machacándose a caminatas y horas de pie, cenas a base de bocadillos de queso con mortadela o comida exótica de dudosa calidad, calores vespertinos en carpas más concurridas que el Metro en hora punta, escasas horas de sueño y descanso, vivir esclavo del reloj para no perder comba de la siguiente actuación o ser duchado en cerveza por culpa de un mini volador que ha lanzado algún simpático inglés, no parece el mejor de los planes de ocio posibles.
Lo grande es que todo ello merezca la pena y, una vez más, así ha sido. El FIB ya ha dejado en nuestras retinas momentos que recordaremos con entusiasmo, "batallitas musicales" con las que calentar la oreja a más de uno, actuaciones que desde ya se sitúan en lo más selecto de nuestro almacén cerebral de conciertos vividos, despejando además todas las dudas que podríamos tener de antemano respecto a la edición de este año. Sirva este pequeño repaso para dejar algunas pinceladas de lo que ha sido Benicassim 2008. De momento aquí va el primer día.
Jueves, día 1: La magia islandesa
La suficiente antelación para llegar al recinto en la primera jornada del FIB 2008 (por otros años, las colas para acreditarse nos tienen ya puestos en sobreaviso) nos dio una de las primeras impresiones de esta edición: este año había menos periodistas, y por ende, menos público. O al menos esa era la sensación, porque oficialmente la organización tan solo ha reconocido un descenso de 2.000 espectadores con respecto al año pasado.
Sea como fuere, yo firmo ya mismo un año como éste y no el agobiante exceso de aforo que en ocasiones anteriores ha dejado entrever el FIB: esta vez por ejemplo moverse de un escenario a otro no suponía verte engullido por una masa humana con riesgo de perder a tus amigos y el acceso a las barras era sinónimo de diligencia en el servicio.
Pues bien, dado que cumplimos antes de lo previsto con el trámite de la acreditación, nos metimos de lleno en el festival cuando aún estaba tocando el grupo encargado de inaugurar el Escenario Verde (precedidos por supuesto de la tradicional mini sesión de Aldo Linares). Se trataba de Krakovia, que me parecieron una vuelta de tuerca a lo que han supuesto Cycle, solo que más rockero y menos electrónico. Como anécdota, dejaron una versión del "Un día en Texas" de los ochenteros Parálisis Permanente.

Tras ellos llegaron los islandeses Sigur Ros. Se hace difícil hablar de un concierto que transmite tanto, con canciones que crecen en matices hasta dejar boquiabierto a uno y con una voz que encajaría perfectamente en el universo élfico de El Señor de los Anillos.

Su actuación, hipnótica y sugerente: temas de su álbum "Takk" como "Glósóli", "Hoppípolla" o "Saeglopur" merecen por sí solos verlos, pero además tocaron entre otras "Svefn-G-Englar" del "Ágætis Byrjun" o las animadas "Gobbledigook" o "Festival" de su último disco.
Impresionante lo de estos islandeses que firmaron sin duda una de las mejores actuaciones de este FIB, dejando el listón simplemente insuperable para el resto de la noche. La pareja musical y sentimental Mates of State fueron lo siguientes en actuar sin dejar nada reseñable en lo que poco que vimos, y lo mismo se puede decir de Black Lips (tremendamente jóvenes y demasiado ruidosos). These New Puritans sí dejaban entrever algo más de interés en su actuación, aunque el cansancio no nos permitió quedarnos demasiado para valorarlos lo suficiente.
Todo esto en lo que respecta al Escenario Verde, porque en el Fib Club también hicimos un par de incursiones. La primera con Facto Delafé y las Flores Azules, en la mejor actuación que les he visto hasta la fecha. Su segundo disco "La luz de la mañana" fue el principal motor de su directo, con temas como "Gigante", "Muertos", "La Juani" o "El indio".

Gran concierto el del trío barcelonés, haciendo vivir un momento único e irrepetible a los allí presentes. Los siguientes en comparecer, los neoyorquinos Battles, lo pusieron más difícil para quienes no estamos muy familiarizados con su electrónica densa y mántrica. Otra vez será.
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