lunes, julio 07, 2008

Bob, Franz y Lenny, trío final de ases

Ya es oficial. La primera edición española de Rock in Rio tendrá una secuela en 2010. Sin embargo, lo que procede ahora es terminar de digerir lo que nos ha dejado el que ha sido el mayor festival celebrado hasta la fecha dentro de nuestras fronteras.

Definitivamente el segundo fin de semana ha superado en ambiente y calidad a lo visto hace poco más de siete días (a excepción hecha de la clase magistral que ofreció Neil Young el viernes 27 de julio). La última jornada comenzó para nosotros con la actuación de Jet Lag en el escenario Hot Stage.

El quinteto comandado por Ramiro Nieto, que ha pasado de ocupar la batería a dedicarse a la faceta solista y guitarra desde el último disco, repasó temas de ese más reciente trabajo, "Forever". Cayeron canciones como "Oh, the night", “Time here runs too slow”, “Found in translation” o “My own personal flight attendant”. Fue un concierto corto, seguido por no demasiada gente, lo cual unido al calor reinante en ese momento en la Ciudad del Rock no ayudó demasiado a meterse de lleno en la actuación a músicos ni a espectadores.

Tras ellos hubo oportunidad de ver algunos pasajes del grupo encargado de abrir el escenario Mundo, los mexicanos Café Tacuba. Es la suya una propuesta que aúna tradición y vanguardia casi a partes iguales y que atesora en Rubén Albarrán, vocalista que cual rabo de lagartija no para un segundo quieto, una de sus principales señas de identidad.

Interpretaron canciones de su último disco "Sino", como el single "Volver a comenzar" (con un final que bien podrían firmar en nuestro país unos Tachenko o unos Bombones), pero fue recuperando temas antiguos como "Chica Banda" (donde, para sobresalto del personal de seguridad, Albarrán invitó a subirse al escenario a unas cuantas jovencitas), la romanticona "Eres" o "Déjate caer" cuando brindaron algunos de sus mejores momentos.

Minutos después de que la organización del festival confirmara en rueda de prensa que en dos años regresarán a Madrid, le llegó el turno al artista más veterano de la noche: Bob Dylan. Puede que los años no pasen en balde para nadie, pero también es cierto que hubo varios destellos que por sí solos justificaron ya toda la noche. Su voz, fue de menos a más y la sobriedad de la puesta en escena (todos los músicos uniformados de negro, Dylan dando su perfil al público y tocando únicamente el teclado, con solo planos fijos en las pantallas y sin juegos de luces) permitió centrarse en lo que de verdad importa, su música.

El concierto, como parece ser que acostumbra en sus últimos tiempos, ofreció escasas concesiones al público generalista en el repertorio, aunque ello no quiere decir que no cayeran clásicos: "Rainy day woman" o "Highway 61 revisited" son sólo dos ejemplos, eso sí, muy distantes de sus versiones en álbum.

Dylan tampoco se olvidó de su más reciente publicación, "Modern Times", de la cual extrajo por ejemplo "Rollin' and tumblin'" o "Thunder on the mountain", la primera del bis, que completó con sin duda el gran momento de su actuación y uno de los más míticos de todo el festival: una emocionante "Like a rolling stone". Tras presentar a la banda y dejar algún "thank you" flotando en el ambiente, nos dejó la sensación de haber sido testigos de un pedazo de historia de la música ante nuestras mismas narices.

Los que habían desertado en algún momento con Bob Dylan volvieron a tomar posiciones ante lo que venía a continuación: los escoceses Franz Ferdinand, que si fuera por el estado de ebullición que su actuación generó entre las masas, serían los triunfadores de la noche.

Abrieron recordando "Michael" y "Come on home", de su debut homónimo. "Ha pasado demasiado tiempo" aseguró en castellano Alex Kapranos antes de acometer "The dark of the matinée". Llegó entonces el turno de la primera de las cuatro nuevas que sonarían a lo largo de la noche: "Katherine kiss me" (quizás la que sonó más parecida a lo que han hecho hasta ahora y, como ocurrió con el resto del nuevo material, con un punto más oscuro y presencia destacada de los sintetizadores).

A continuación pusieron patas arriba a la gente con "Do you want to" y tras ella el también single del último disco "Walk away". A partir de ahí engarzaron las inéditas "Ulysses", "What she came for" y "Turn it on" con los éxitos "Take me out" o "The fallen". Para cerrar eligieron un valor seguro, "This fire", un perfecto cierre a un directo energético y que como siempre, transmite unas ganas irremediables de bailar.

Y a estas alturas de la noche un inesperado invitado se coló en el festival: el frío; sí, aunque parezca mentira y estemos en pleno julio, una brisa demasiado fresca para esta época comenzó a colarse por el recinto, haciendo temer que no llegaríamos a ver la actuación final. Afortunadamente no fue así y con más retraso del esperado aún pudimos ver al siguiente en comparecer sobre el escenario: Lenny Kravitz.

El arranque no fue prometedor: tras los primeros compases dejó desconcertado al personal con un ramalazo de divo endiosado y estuvo unos minutos quejándose del humo que le molestaba, supuestamente procedente de las primeras filas. Afortunadamente a partir de ahí se centró en lo que debía y con un sonido espectacular dejó perlas de su discografía como "American woman", "Fly away" o, ya para cerrar, "Are you gonna go my way", todo ello salpicado de carreras entre el público y subidas a las vallas junto a la mesa de sonido.

Y ya no dio para más este primer Rock in Rio en España. Bueno, sí para quien se quedara a la sesión de DJ Tiësto, algo que esta vez no pudo ser para los aquí firmantes. Se cerraba así un festival con nota alta en cuanto a instalaciones, sonido y algunos nombres del cartel, pero también con algunas asignaturas pendientes de organización y hostelería.

Habrá que ver si se resuelven dentro de dos años, en una edición en la que, para alegría de los amantes de los sonidos más duros, una de las jornadas estará dedicada por entero al hard rock. Si no es así, pidan explicaciones a Roberto Medina, el fundador del festival.

Fotos: www.estudioslaluna.com

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