Cualquier década pasada fue mejor
He de reconocer que tenía una deuda pendiente con The Posies. No tuve la oportunidad de descubrirlos durante su época dorada allá por los primeros 90 y tampoco los había visto en directo. Razones suficientes para dejarse caer por uno de los conciertos de su reciente gira española, en concreto el del martes 7 en la sala Heineken.
Una visita motivada por un aniversario, el de los 15 años de uno de sus álbumes más míticos, "Frosting on the beater", que fue el protagonista casi absoluto de la noche. Y respetando prácticamente el orden de las propias canciones en el disco, lo que motivó no poder disfrutar en los primeros compases del concierto, con bastante pesar, del "temón" que es "Dream all day" o "Solar sister".
Pesar, digo, sobre todo porque los minutos posteriores no arrojaron momentos demasiado intensos. Aquí me fiaré de quienes ya les habían visto con anterioridad, ya que el sentimiento parecía común: The Posies se han endurecido por el camino perdiendo frescura melódica.
Y la verdad, la sensación por momentos era monótona, (un buen termómetro de ello era la propia audiencia, que no terminó de conectar con la actuación y seguía en su mayoría de forma pétrea el concierto), sólo salvada por algún que otro momento de gracia por los juegos vocales y la maestría a las cuerdas de la guitarra de Jon Auer y Ken Stringfellow.
Este último, por cierto, muy parlachín durante todo el concierto, con menciones a las elecciones estadounidenses, a la opción de que sean las mujeres las lideresas mundiales y a los 20 años que cumplían como banda. También fue el culpable de algún que otro momento desconcertante cuando arrancaron con sendas canciones de los Village People.
Discursos aparte, la cosa cambió cuando llegó el bis y se atisbaron los mejores destellos de la noche mientras recuperaban la siempre mágica "Please return it", "I don't have it now" o la explosiva "Everybody is a fucking liar". Ahí sí que la cosa subió enteros y dejó un mejor sabor de boca.
Más todavía al comprobar cómo, lejos de ser unas estrellas intocables, los propios Auer y Stringfellow fueron como centellas nada más terminar el concierto hasta el puesto de venta de discos, donde ellos mismos ejercieron como vendedores y no dejaron de firmar autógrafos y hacerse fotografías con todo el que se lo pidió. Ya podrían aprender otros.
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