
El recinto más emblemático musical y teatralmente hablando de toda la ciudad de Nueva York es sin duda el Radio City Music Hall. Todo un icono de los años dorados del espectáculo durante varias décadas del siglo pasado.
Choca por eso encontrarse que por unos días del pasado mes de abril fuera epicentro de otro espectáculo bien distinto: el de los seguidores del fútbol americano pendientes del 'draft' de la liga nacional, uno de esos eventos que despiertan allí tanta pasión y que aquí no entendemos (supongo que a los americanos les ocurrirá lo mismo con las gestas de nuestros equipos del otro fútbol, el que se practica con los pies, y que aquí nos emocionan en ocasiones).
El caso es que es un sitio mítico, sin dudas. Pero no, ahí no empieza esta historia. La que aquí nos ocupa tiene que ver con otro Music Hall, pero en este caso ubicado en Williamsburg, vecindario al norte de Brooklyn transformado en reclamo de la modernidad mediante antiguas naves industriales reconvertidas en galerías de arte, bares y restaurantes de vanguardia que conviven con encantadores 'diners' o recintos para conciertos, como en el que nos adentramos poco después de las nueve de la noche.

Era su primera noche en Nueva York, lo cual justificó alguna que otra muestra de nerviosismo por parte de su cantante, quien por otra parte supo contrarrestar con simpatía y candidez contando historias sobre el origen de algunas de las canciones. Esto, junto a una voz de registro peculiar y algunos detalles añadidos a su actuación (juegos de luces o el acompañamiento de pequeñas campanas en algún tema) sirvieron para calentar el ambiente.

Resulta difícil no nombrar a Vampire Weekend al referirnos a su sonido, influencia apreciable en más de una canción de las que interpretaron.
Y tras ellos, los protagonistas de la noche: The Morning Benders. Jovencísima formación (aunque esto se podría aplicar a cualquiera de la terna) con tres de sus cuatro miembros de rasgos orientales, todos uniformados con la misma camisa, y que ha publicado este año su segundo disco, titulado "Big echo".

Dos de las mejores canciones de la noche y que nos hicieron encontrar más que similitudes entre la voz de su cantante, Christopher, con la de Alex Turner de Arctic Monkeys, aunque sus propuestas musicales son muy diferentes (acaso The Morning Benders estarían más cercanos a The Last Shadow Puppets, el otro proyecto de Turner).
También hubo momentos para bailar, como reclamó alguien del público, con el estreno por primera vez en directo del tema "Grab a stranger" o recuperar únicamente de su primer disco, mucho más inmediato, "Damnit Anna".
Para la recta final quedaron una interesante "All day light" y el que puede ser su tema destinado a lograr más éxito, "Excuses", que el cantante aprovechó para bajar del escenario y confraternizar con las primeras filas.

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