Jo, qué noche
Por mucho que uno se empeñe (ingenuamente) en gobernar su destino, lo habitual es que el camino de la vida sorprenda frecuentemente con virajes que distan mucho de ser lo esperado. A veces son imprevistos alocados y salvajes, como en la canción "Lentillas de colores" de La Costa Brava, en la que el protagonista baja a por pan y termina en una despedida de soltero en Ibiza. Pero hay otras vertientes más crudas y peligrosas en las que Tarantino parece estar detrás del guión.
La verdad es que la jornada del pasado jueves no presagiaba nada fuera de lo normal. Transcurrió siguiendo su curso habitual durante gran parte del día. Ya por la tarde, reservó hasta un momento bien agradable charlando con Montevideo al completo, ahora que han ampliado la familia con el nuevo disco. Fue en las tripas de Joy Eslava, donde eran una de las bandas que iban a tocar antes de la actuación estrella de la noche, la de los granadinos Lori Meyers.
Con tiempo por delante para el comienzo de las actuaciones y tras gestiones varias, encaminamos nuestros pasos de nuevo al mencionado recinto de conciertos madrileño. Pero cuando apenas habíamos puesto los pies en la Puerta del Sol para enfilar la calle Arenal, sonaron en el ambiente tres ruidos secos, tres detonaciones. "Son disparos", fue la broma del momento. Lo que no imaginaba es que iba a resultar cierto.
El panorama posterior incluyó cabezas vueltas hacia el lugar de donde venían esos sonidos, desconcierto generalizado, estupor, policías que aparecen a la carrera, coches patrulla, ambulancias, móviles que captan el momento, más policías que acordonan la zona y nos instan a alejarnos. Y a lo lejos, una escena en la que distinguimos a alguien en el suelo y preocupación alrededor.
¡Cómo cambia el propósito inicial de una tarde! Aunque, una vez esclarecido lo sucedido, lo que indigna realmente es comprobar con qué pasmosa facilidad a una persona que no tiene nada que ver, un paseante a esas horas como tantos cientos más (como nosotros, que estábamos a escasos metros de esta escena), le pueden trastocar toda la vida en un instante. ¿De verdad que no había otra solución policial que ponerse a disparar en plena tarde en el punto más concurrido de la ciudad?
Tras cumplir con los compromisos de contar lo que estaba ocurriendo, del concierto casi ni nos enteramos, aparte de los minutos finales de Lori Meyers. No es esta una entrada por tanto para encontrar opiniones sobre cómo suenan las nuevas canciones (mejor darse una vuelta por aquí para descubrirlo). Eso será en una nueva ocasión. Algo inesperado lo impidió.
Y, como telón de fondo, un gran contraste. Dentro de la discoteca cientos de jóvenes bailaban y saltaban como si les fuera la vida en ello. Fuera, hacía unos minutos otros muchos jóvenes y mayores habían corrido porque también pensaban que les iba la vida en ello. Pero a estos, literalmente.
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