Maldito duende
Once años habían pasado desde aquel concierto que vimos en el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid. Aquel concierto de presentación de “Avalancha”, el que sería último disco de estudio de Héroes del Silencio, fue todo un fogonazo de rock directo a nuestras almas y nos dejó completamente extasiados.
Once años después, esta vez en el estadio de La Romareda, nos deleitaban con un auténtico espectáculo digno de las grandes bandas. El pasado viernes 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar y día grande de las fiestas de Zaragoza, Héroes del Silencio reescribían su leyenda.
“Gracias por hacernos grandes” dijo en un momento del concierto Enrique Bunbury dirigiéndose a las 40.000 personas que poblaban el estadio maño. Y de verdad que demostraron con el concierto del viernes ser una de las bandas más grandes de la historia del rock español.
La expectación que había levantado esta gira de diez conciertos por todo el mundo de Héroes del Silencio diez años después de su separación era tremenda. Entradas agotadas a las pocas horas de ponerse a la venta hace meses y magníficos comentarios sobre sus conciertos en Latinoamérica. El público español los esperaba con ganas.
Lleno en La Romareda dos días en una semana. El miércoles dieron su primer concierto en España con éxito absoluto, según lo leído en las crónicas. El viernes nos tocó comprobarlo. Sí, son grandes. Demostraron estar en plena forma y dieron un concierto brillante. La ejecución fue casi perfecta y tan solo cabría lamentar unos pequeños problemas en la voz de Bunbury por culpa de un catarro que le impedía llegar a ciertos tonos. Aún así, cantó como Dios, con una voz portentosa y una personalidad única.
Puntuales
A las 20.58 se apagaban las luces de La Romareda y comenzaban a sonar los acordes de “Song to the siren”, el tema que siempre abría los conciertos de la banda zaragozana. Todo el público gritaba enfervorecido, llegaban los nervios, la emoción… llegaban los Héroes del Silencio.
Cuatro enormes pantallas con el anagrama del grupo en rojo y negro presidían un enorme escenario propio de los grandes eventos. Acaba la canción introductoria, en las pantallas aparecieron imágenes de agua y en dos de ellas dos sombras… El público estalló en vítores. Era fácil reconocer las siluetas: en primer lugar, al frente, con guitarra de doce cuerdas, la figura de Enrique Bunbury. A su derecha (visto de frente desde el público), Juan Valdivia. Sonando, los acordes del primer tema del concierto: “El Estanque”.
Las pantallas se elevaron hasta lo más alto del escenario y aparecieron los cuatro héroes acompañados para esta gira de Gonzalo Valdivia como segundo guitarrista.
El inicio de la actuación fue toda una declaración de intenciones. Era un concierto para fans, para nostálgicos, y el grupo dejaba claro que recuperaría muchas de las canciones más antiguas que poco hueco encontraban en los sets de sus giras pasadas.
“Deshacer el mundo”, tema que abría su última gira, fue la canción que sonó en segundo lugar y a ella siguieron “Maradentro”, “La Carta” y “Agosto”. Bunbury estaba relajado y bastante comunicativo, buscando la conexión con el público. Hace ya años que perdió esa pose de estrella del rock para ser una auténtica estrella.
Primer momentazo
“Veo que vienen bien de voz. Vamos Zaragoza, la siguiente canción se la saben todos, no defrauden”, espetó el cantante a un público que no había parado de corear todas las canciones desde el primer acorde del concierto justo cuando la banda iba a interpretar la que podríamos calificar como el primer punto de inflexión del concierto. Llegaba “La Sirena Varada”.
Tras dar las gracias repetidas veces a su público, Bunbury les preguntaba si estaban bien, si querían algo más… “Qué les pedirían al alcalde, a la Pilarica, a alguien que tuviera algo de poder para que esta noche fuera aún mejor… Un porrito dicen por ahí…”. Así fue la introducción a “Opio”, segundo tema del “Avalancha” que interpretaban en directo y tras el que procedió a presentar al grupo, “aunque muchos de ustedes nos conocen de sobra pero por si hay algún despitadillo”, dijo.
El público respondió con cálidos aplausos a cada una de las presentaciones: Pedro Andreu a la batería, “el último cherokee” Joaquín Cardiel en el bajo y Gonzalo Valdivia a la guitarra… Pero fue cuando presentó a su hermano, al “maestro” de la guitarra, cuando el estadio casi se viene abajo. Sin duda Juan Valdivia fue el más aplaudido, aunque quizás porque Enrique no se autopresentó…
Según fue anunciando a cada uno de sus compañeros iban adelantándose por una pasarela hasta llegar a un pequeño escenario metido entre el mar de gargantas que abarrotaban el césped de La Romareda, en una suerte de “momento íntimo”.
“La Herida” y “Fuente Esperanza” fueron los primeros temas en esa nueva localización, que además precedieron a un pequeño descanso. Cuarenta minutos habían pasado ya cuando Enrique tuvo que hacer una pequeña pausa. Un inoportuno catarro que le llegó tras el primer concierto en Zaragoza le empezó a afectar a la voz y, tras pedir disculpas, tuvo que tomarse cinco minutos de descanso. Volvieron pronto y continuaron con el concierto, con la ayuda del público en muchos momentos donde Enrique les cedía el micro.
“Apuesta por el Rock and Roll”, “Héroe de Leyenda” –buenísima y emocionante- y “Con Nombre de Guerra” hacen que el público olvide rápidamente el pequeño parón y vuelva a entrar de lleno en el concierto.
En este momento cayó un tema que nos sorprendió mucho su elección pero que nos alegró sobremanera. Seguían echando la vista muy atrás “recuperando viejos temas”, y llegó “No Más Lágrimas”, que logró emocionar a más de uno.
Los hits
Íbamos camino de cumplir la hora y media de concierto y empezaban a salir los grandes hits de la banda aragonesa. Otro de los puntos álgidos del concierto llegó cuando el bajo de Cardiel soltaba al aire el rotundo inicio de “Nuestros Nombres”, a la que seguirían “El Mar no Cesa” y otro de esos temas fácilmente reconocibles, con intros que llegan a poner el vello de punta cuando uno sabe lo que se avecina. Era el momento de Valdivia, era el momento de “Entre Dos Tierras”. En la mini encuesta que realizamos un día después, con la cabeza ya algo más fría, este tema fue uno de los señalados como “el momento del concierto”.
Y tras el deleite de la guitarra de Valdivia llegaba la apoteosis final: “Maldito Duende” e “Iberia Sumergida” precedieron a la última canción de la primera parte del set. “¿Están preparados para la última?”, preguntó Enrique el público incansable y ávido por escuchar el resto de temas de la discografía de Héroes que aún restaban por sonar. “¡No!”, se oyó como respuesta. “¿Eso quiere decir que prefieren que nos marchemos ya sin tocar la última?”, volvió a preguntar. “¡No!” fue de nuevo la respuesta. “No quieren que nos marchemos, ¿es que no tienen casa?”, espetó Bunbury de nuevo recibiendo una tercera negativa tan rotunda como las anteriores por respuesta. Y replicó: “¿Están preparados para la Avanlanchaaaaaa?”
Las avalanchas se sucedieron en los estribillos del tema que daba título al último disco de estudio de Héroes y que servía para cerrar una primera parte del concierto que había durado 1 hora 52 minutos.
Los bises
Se marcharon dando las gracias pero no se movía ni un alma de La Romareda. La gente necesitaba más dosis de Héroes. Habían pasado once años desde la última vez que se les pudo ver en directo y no podían creer que ya se hubiera terminado todo.
Como era de esperar, volvieron a escena. Enrique aprovechó el intermedio para cambiarse la camiseta negra con el logo de Héroes que lucía por un chaleco de cuero negro que cubría su pecho y que al que suscribe le recordaba la imagen de Bono en los 80.
“Oración” y la contundente “Tumbas de Sal” fueron las elegidas para abrir los bises que se cerraban con otro de los “momentos del concierto”, en opinión de los encuestados. Enrique volvía a pedir la colaboración primero de los técnicos de luces para que dejaran el escenario lo más oscuro posible, “ahora el protagonismo es del público”, y después de la audiencia, a la que pidió que llenara de estrellas todo el estadio.
Un mar de mecheros y teléfonos móviles convirtieron La Romareda en el particular cielo de Héroes del Silencio preparado para recibir “La Chispa Adecuada”. El tema concluyó muy emotivamente con el lanzamiento de confeti plateado, al modo de pequeñas estrellas.
Rebises
Volvieron a despedirse. Pero la gente quería más. Y hubo rebis. Aún quedaba que los cuatro maños regalaran su “Tesoro” a “toda esa gente que vino de Madrid, a la que vino de Andalucía, a los de Levante y a nuestros hermanos de Zaragoza”, como dijo Bunbury en otro momento de agradecimientos durante el concierto. Las “Malas Intenciones” de los aragoneses dieron paso el final, esta vez de verdad, del concierto con otro de los temas de “Avalancha”.
Con Juan Valdivia y Enrique Bunbury sentados al borde del escenario comenzaban a sonar los primeros acordes de “En los Brazos de la Fiebre”, canción con la que se despedirían definitivamente de su público y de una noche absolutamente mágica, tanto, que a Enrique le costaba abandonar el escenario despidiéndose con los brazos en alto, después de haber iluminado foco en mano a su compañero Valdivia y al público, al más puro estilo "Rattle and Hum".
"En los brazos de la fiebre", Los Ángeles
Una lluvia de fuegos artificiales puso el colofón a un auténtico espectáculo de rock and roll, solo al alcance de las grandes bandas. Y ya con las luces encendidas salimos rodando al son de “Like a Rolling Stone” de Dylan hacia los aledaños de La Romareda, sucumbidos por el éxtasis de lo vivido durante las dos horas y media precedentes.
Os dejamos unos vídeos:
"Maldito Duende", Zaragoza, 10 de octubre
"Opio", México DF, 4 de octubre
Solo quedan dos citas más para verles en directo. El sábado tocarán en el estadio olímpico de La Cartuja en Sevilla y la próxima semana lo harán en el Circuito Ricardo Tormo de Cheste (Valencia).
1 comentario:
El sonido fue buenísimo, así como el juego de luces y las pantallas. Fue un auténtico espectáculo, muy superior a lo que vimos en Montjuïch hace unas semanas en el concierto de The Police, en el que, como ya dije, faltó potencia.
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