Una de las citas más esperadas en lo que va de verano musical neoyorquino ha sido el ciclo conciertos con el que se ha pretendido recuperar por unos días el espíritu de la mítica sala
CBGB, desaparecida en 2006.
Entre las propuestas más apetecibles del
festival figuraba el cartel sabatino programado en el Summerstage de Central Park. La jornada se presentó extremadamente bochornosa, motivo por el cual seguramente muchos prefirieron quedarse en casa pegados al ire acondicionado y dejaron la asistencia final lejos de lo atractivo a priori de la velada.
Al llegar al recinto
War on Drugs estaban ya sobre el escenario. Tuvieron que hacer frente a problemas técnicos que les obligaron a dejar de tocar durante varios minutos en mitad de su actuación, recortando tiempo a su concierto.
A pesar de ello dejaron detalles interesantes en forma de
atmósfera final de canción a base de reverberaciones y distorsiones de guitarra (y también una voz solista que recordaba a
Bob Dylan, apuntó uno de los asistentes).
Pero los dos platos fuertes eran los siguientes en comparecer. Primero unos que casi gozan de mayor afición fuera de su país que dentro. Habituales en los últimos años en festivales y salas españolas,
The Pains of Being Pure at Heart tocaban en casa pero no parecieron levantar excesivas pasiones entre sus convecinos.
Los de Brooklyn alternaron canciones de sus dos largos publicados, especialmente del segundo
"Belong". Aunque el momento de mayor exaltación fue quizás cuando recurrieron a uno de los valores seguros de su primer disco, este
"Young adult friction" (al final del cual dieron información sobre la posterior "after party", con desafío de ping pong incluido".
El cierre de su set fue con la
cara b titulada como el mismo grupo y que subraya el fraseo "we will never die". Estuvieron correctos pero en directo parece que les falta algo de brillo y pegada. Algo de lo que andan sobrados los cabezas del cartel y que repetían presencia en esta ciudad por verano consecutivo: los veteranos
Guided by Voices.
Con la misma formación original recuperada en los últimos tiempos y un
Robert Pollard que sigue haciendo gala de flexibilidad y verborrea (así como de un cerrado acento de Ohio), el gran aliciente esta vez era escuchar en vivo el nuevo material surgido tras la reunificación del grupo.
Canciones algo anodinas que hicieron una primera parte de concierto poco dinámica. El panorama cambió en cuanto se pusieron a repasar gemas de su discografía. Ahí sí que saben encender al respetable, como por ejemplo con
"Game of pricks".
Fueron además los únicos del festival que tuvieron la oportunidad de hacer un bis (y dejar "a couple more of numbers", como dijo Pollard cuestionándose el origen del término). Este tiempo extra de actuación lo abrieron con
"Matter eater lad".
El broche final llegó con un éxito asegurado, el himno "
Echos Myron", un cierre inmejorable.
Epilogando, velada entretenida aunque las expectativas auguraban minutos de mayor carga electrizante.
Además, del espíritu CBGB, ni rastro. Una buena metáfora pudieron ser los punkis que iban en dirección contraria al parque antes de llegar al escenario.
No es de extrañar, al ver que el local del East Village que en su día ocupara la sala es hoy una exclusiva boutique de ropa. Una pena que se haya perdido la esencia rock del lugar y se haya trasladado mercantilmente al estampado de camisetas para fardar.