jueves, septiembre 08, 2011

Negro sobre blanco


Richard Melville, Moby. Músico y -esta faceta menos conocida para quienes no hayan estado al tanto de sus últimas publicaciones- también fotógrafo. Así es, que el título de su último álbum viene dado por la única palabra que aparece en una de sus instantáneas, captada en el letrero luminoso de un solitario pasillo en un aeropuerto canadiense: "Destroyed". Y también es el nombre de su primera recopilación de imágenes editada en formato libro.


Esta historia aparece contada en el propio libro. Pero también ha formado parte de las anécdotas y reflexiones que el artista ha dejado en una animada charla vespertina.

La cita era en una céntrica librería de la calle 14 de Nueva York, en la que ha estado acompañado por una amiga, la cineasta Lucy Walker, quien ha ejercido como entrevistadora. Una amistad que se gestó hace años en un bar del East Village, se consolidó días después cuando se reencontraron de forma casual en el metro y ella iba leyendo un libro sobre música electrónica y se evidencia con detalles como que el año pasado Moby cediera su música para uno de los trabajos de la directora, el documental "Waste Land", con una única condición: no cobrarle ni un solo dólar por ello.

Claro está, la conversación entre estos dos buenos amigos ha sido de lo más relajada y cómplice, sacando a relucir muchas curiosidades sobre su carrera. Por ejemplo que su primer concierto, allá por 1983, fue de lo más surrealista: en un restaurante chino de Connecticut, al que acudieron como único público por hacerle el favor un amigo y la madre de éste, obligados claro está a consumir comida asiática a su pesar. O que también durante esos difíciles comienzos, actuaba en un antro neoyorquino infectado de desagradables bichos, a los que se dedicaba a matar. "Era el Pol Pot de las cucarachas", bromeó.

Ya convertido en una figura internacional, ahora le gusta reflexionar sobre el "bizarro contraste" de una profesión en la que en tan solo unas horas pasa de estar actuando ante decenas de miles de personas a recluirse en una solitaria habitación de hotel, con insomnio y alejado de los suyos. Es muchas veces en estos momentos, de madrugada y con la ciudad de turno en calma, cuando le viene la inspiración y compone con su guitarra.

A pesar de que escucha "un montón de música", fue reticente a la hora de confesar referencias contemporáneas que le gusten, aunque terminó resaltando el primer disco de Bon Iver. Este desapego con el panorama actual se debe a un cierto cansancio ante tanta "electrónica perfecta", cuando lo que más le atrae son las imperfecciones que contenían las grabaciones de sus bandas favoritas.

Por eso, sacó a relucir a Joy Division (anunciando emocionado que en unos días verá en directo a Peter Hook interpretando el "Unknown pleasures" al paso de su gira por Los Ángeles). Y sobre todo tiene especial predilección por artistas de r'n'b, soul y jazz como Otis Redding, Billie Holiday o Sam Cooke.

Por último se refirió también al hecho de haber cambiado Nueva York por L.A. para vivir. La carestía de la vida (puso como ejemplo el desorbitado precio de los alquileres) y cierta desvirtuación de lo artístico en beneficio de lo mercantil y las modas, es lo que le ha hecho ver que esta ciudad no es para clases medias ni artistas. Por ello se ha mudado a la soleada ciudad angelina y a su efervescente ambiente creativo, sobre todo en sus barrios más al este.

Y si la charla había sido jugosa, aún quedaba la otra mitad del acto. Porque Moby no había ido sólo a "hablar de su libro" (como Umbral), sino que iba a dejar un regalo para todos los presentes. Un miniconcierto en formato acústico, con él a la guitarra más el acompañamiento de una violinista y Pilar Basso, la impresionante voz que salpica sus canciones y le acompaña en directo, dando una nueva dimensión a éxitos de su carrera e incluyendo algunas versiones sorprendentes.

He aquí algunos de los mejores momentos, como el arranque, con "Why does my heart feel so bad?"



A continuación tomó él la voz solista para interpretar en este formato "Porcelain".



Entre las canciones ajenas, la tremenda "Whole lotta love" que popularizaron Led Zeppelin pero en la que tomaron demasiados elementos prestados de un tema de Willie Dixon, lo que motivó una demanda de éste contra la banda británica, anécdota relatada y ampliada por Moby en la presentación de la misma.



A estas alturas Moby estaba juguetón, por lo que el epílogo del tema anterior tuvo también su miga.



Por último, para despedir la velada, uno de sus grandes éxitos.



Y ya no hubo más. Le esperaba además otra actuación, en una gala benéfica a favor de una fundación del Bronx (ese era el motivo por el cual iba vestido de enterrador "trendy", bromeó). Hacia allí que se fue, dejando atrás una tarde que fusionó literatura, fotografía y música con un resultado espectacular.

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