Flamencólicos del Mississippi
Raimundo Amador despertó musicalmente al escuchar por primera vez a Jimmy Hendrix: "cogí el coche de un amigo mío, puse una cinta y salió 'Red house', entonces me cambió la vida". Diego, el hermano pequeño, tuvo su particular revelación gracias al jazz: "me trajeron unos discos a casa de Chick Corea, Herbie Hancock, Miles Davis, estos fenómenos. Cuando escuché esta música me volví loco".
Perteneciendo a una de las familias gitanas con mas tradición han mamado esencia flamenca por todos los poros (Raimundo se declara "flamencólico" hasta su conversión al rock). Pero con la apertura de miras por bandera y la genialidad para incorporar lo mejor de cada arte dieron lugar a uno de los proyectos capitales en la escena musical de los 80 y 90 en España: "Pata Negra".
Sobre aquellos años y lo que ha venido después charlaron en el Instituto Cervantes de Nueva York, un día antes de que ambos compartieran escenario en esta ciudad. Confesando por ejemplo que en su día su propuesta fue de difícil digestión por casa. “Mi padre me tenía mucho coraje, me daba caña, le parecía mal y ahora cuando el pobre se ha ido, se ha ido muy contento de mí, muy orgulloso, entonces para mí ya no hay marcha atrás”, confesaba Raimundo.
O recordando las colaboraciones, una nómina por donde han pasado nombres desde B.B. King a Bjork. Ahora Raimundo se prodiga menos, aunque quizás aprovechando presencia en esta ciudad pueda salir algo con los mismísimos New York Dolls.
Pero la fusión no debe impedir que las raíces se pierdan y hacen defensa para que el flamenco, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 2010, no se pierda entre las nuevas generaciones, al igual que debe hacerse con el blues más auténtico del Delta del Mississippi.
Antes de despedirse, dejaron un anticipo de lo que se vería al día siguiente, con Raimundo a la guitarra y Diego en su nueva faceta de cantaor (aunque él se considera más bien "un pianista de flamenco").
Qué arte, ojú.